domingo, 19 de noviembre de 2017

EL SECRETO  DE  MARTÍN  DESCOTTE

I.

        -¿El acusado tiene algo más que decir?- preguntó el juez dominico.
-Sí señoría, por su puesto que sí- contestó el acusado.
-Pues adelante Martín, hágalo, le recuerdo que tiene solo cinco minutos.
            -¿Cinco minutos señoría...?
           -Sí Martín, cinco minutos.

II.

"A partir de hoy, me quedan trece días de vida señoría, no me pregunte por qué lo sé, nunca lo diré, pero así es. De este modo me enfrento a la única tarea que me queda en esta vida, y es la de pedir justicia y esperar que llegue el último momento, aunque la verdad es que tengo muy poco tiempo para preparar ese día. Es curioso se preguntará usted, por qué precisamente ese número, cuando de sobra sabe que no soy supersticioso, y perdone que insista en ello, pero por lo pronto sólo le diré que sé que me quedan trece días de vida. También podría decir que faltan trece días de mi vida para poder por fin perderla, aunque esto daría la impresión de que he sido yo el que ha decidido perder la vida, cuando no es así, ya que esta jurisdicción emana directamente de Roma, y yo nunca hubiera sospechado algo parecido, jamás fui un hombre petulante o engreído, y mucho menos con disfrute de poderes".

III.

     "Cualquiera en mi lugar se afligiría, se arrepentiría, pero yo no, por lo que a mí respecta, me resulta muy hermoso, pues he pasado tantos años pensando en el tiempo que me quedaría por vivir, que ahora que lo sé, me siento un hombre feliz y tranquilo. Y le voy a revelar algo más señoría, y es que también sé cómo será ese último momento. Me pregunto cuanto daría usted señoría por conocer lo que yo sé, pero que a nadie se le ocurra preguntarme cómo he llegado a saberlo, pues esto no lo diré nunca, por mucho que me pregunte, señoría. También es curioso que yo esté aquí ante usted por saber cómo será mi muerte, nunca sospeché que esto fuera motivo de condena por herejía, bastante alegría es para mí saber que me quedan trece días de vida y cómo será ese momento final".

IV.

"Y si me permite señoría, al igual que le he dicho los días que me quedan de vida, voy a ir un poco más lejos y le voy a relatar cómo será ese momento, aunque sé que usted ni este Tribunal me lo ha pedido. Ese día será muy parecido al de hoy, un día plomizo y gris de invierno, y alguien como usted, hará que a las once de la mañana abran las puertas de mi celda, me paseen esposado por el largo corredor de la prisión y me lleven encapuchado al centro del patio, y una vez allí, en ese lugar que usted conoce tan bien, los habitantes de la ciudad podrán ver cómo surgirá ante la hoguera, la mancha blanca y en la sombra aparecerán dos siluetas negras, y luego como siempre el olor a carne quemada, aunque antes sonarán unos leves gemidos y después una multitud de nudos en la garganta, gritos y órdenes de las autoridades civiles cerrarán el espectáculo. Esa será mi muerte señoría. Cuánto daría usted por saber de la suya..."

V.

     Después de cinco días de deliberación por parte del jurado del Tribunal Inquisidor que sin motivo alguno se saltó el tiempo de gracia de un mes para el procesado, Martín Descotte fue condenado por decreto de Federico II  el 21 de Diciembre del año 1224 a la pena de muerte por herejía, por el simple motivo de conocer su destino. Ocho días más tarde, una mañana invernal, con un cielo plomizo y gris fue conducido a la hoguera a las once de la mañana en el patio de la prisión de la ciudad, ante la atenta mirada de algunos sus conciudadanos de la Corona de Aragón.






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